La Yerres en temps de Pluie, Gustave Caillebotte (1875) |
Las gotas caen sobre el reflejo;
diminutos pedazos de materia
se suman al soporte disturbando
su resultado:
la imagen que ha de proyectar.
(Cuando el agua sirve de perfecto soporte
el pintor carece de importancia.
O es acaso definitiva su labor).
Porque la realidad le impide
plasmar la exactitud del reflejo sobre el reflejo
como sólo un reflejo podría hacerlo.
Y, sin embargo,
la realidad es tan solo eso:
agua sobre agua
–perfecta, pero agua–
y por tanto fragilmente modificable:
efímera.
Yo quiero creer
que hay una imagen que persiste
aún sin soporte, aún sin imagen;
imperturbable ante la lluvia,
y el vacío
me gustaría creer que no soy agua sobre agua
y que cuando deje de mirarme en el mundo
y no haya ya nada que reflejar
salvo la nada
aún quede algo.
Y ya que yo, humano,
no concibo la infinitud
pero sí lo hacen mis palabras
me gustaría ser mi voz y no yo
–y así seré en consecuencia a ella–
para no ser
agua
sobre
agua.