miércoles, 26 de febrero de 2014

Agonía

No he conocido la belleza.

Oí hablar de su existencia
por gente más sabia y bondadosa que yo,
pero yo no he tenido el placer
de saber cómo luce
su brillo en la palabra nueva.

Debe parecerse a la alegría,
al júbilo que no cabe en sí de júbilo,
pero serena.

Debe parecerse a las bocas
que no han de condenarme por cantar
su luz. Está presente en cada hombre
pero escondida tras gestos y rutinas.
Algún rincón debe ser el suyo.

No he conocido la belleza.
Se acerca el día del silencio,
de mi derrota.
Yo noto cómo me torno mundano,
descreído, cada vez más sucio,
mezquino, tonto.

Yo soy el loco que grita en la calle
a los paseantes

''tú eres el culpable tú la mataste
la belleza agonizaba en tus manos
y la dejaste morir perpetraste el último golpe
fatal que acabó con su luz''.

Soy yo el que culpa a la gente
de no ser feliz según dicta lo hermoso, lo bueno, lo sacro.
Soy yo quien culpa a los hombres
de ser hombres y no dioses.
Soy yo el que está solo,
incomprendido de mis iguales
y mis palabras ya no se refieren a ninguna verdad,
a nada cierto o absoluto,

no son ya la belleza,
son tan solo el grito a la ausencia
                                       de lo bello en el mundo.

                                             

martes, 25 de febrero de 2014

Nada

I.

Yo sé bien de mi fragilidad,
de mi imperfección:

la contemplo cada día
en los reflejos del mundo
que –un día más– se
resiste a ser mi casa.


II. 

Tú no vas a hacer las veces
de hogar –no esta vez–
y así todas las veces.


III.

Comprendo entonces
que de nada sirve escribir
cuando todo lo que diga
no será   
           
             nada 

que no pueda decir el llanto.