viernes, 15 de agosto de 2014

Pierucho

Al cariñoso recuerdo de Piero Martinazzi, Pierucho.

Amigo mío, 
te vi la última vez acorralado tras un llanto. 
Un llanto basto y sin horizonte, 
de dimensiones incalculables –como
lo son las de la vida– pero terribles:
¡muera el dolor, mi buen amigo!

Fueron días tristes para el cielo.
En ese entonces casi no eras.
Hoy, eres todo tú
                           pero ya no te veo.

No sabes cuánto lo lamento. 

Pero yo te recuerdo siempre
con esa sonrisa inmensa, mansa, 
como de monte y calor de lumbre.

                                     –Albertito, ¿dónde están los caracoles?

Pierucho, querido amigo,
mi amigo grande. 
¡Malditos sean los demonios
que osaron acosarte!

Porque yo te recuerdo siempre
como si la bondad hubiese decidido un día,
muy al principio,
anidar en esa mirada ancha y fértil que tenías
coloreando de igual forma
tus mejillas y los momentos
de aquellos que aún y siempre te queremos.

Pierucho, mi eterno amigo. 
De tu sencillo coraje busco llenar mi vida y mi sed.
De tu bondad busco llenar mi amor.
De tu recuerdo está lleno
                                        mi recuerdo.