lunes, 15 de diciembre de 2014

Revelación

Dediqué un rato
                        –cinco minutos
                        o tres milenios: lo mismo es–
a admirar la inmensa belleza
                                       de la catedral.

Se me ocurrió que no era
la estatura de los dioses
lo que conmemoraban
tal belleza y tamaño,
sino la pequeñez de los hombres.

Luego recaí en que no fueron dioses

sino hombres

los que la levantaron de la tierra.


Plaza de Anaya, Salamanca, 15 de diciembre de 2014



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