''El insular es una isla dentro de una isla''.
Mi isla,
surcada de fuego y añil,
desteñido el cielo de nostalgia a veces
–las menos– dibuja en él
de viento y nubes los paisajes
que nunca será.
En ti guardo mi infancia verde
como cuando te llueve
y nace de la tierra sedienta
el fruto valeroso de tu simiente.
En ti guardo la adolescencia
y aquellos días interminables,
amando a tientas bajo tu cielo,
en tus rincones anaranjados.
Y de ti salí
como de una madre
a abrazar el mundo
con mis brazos de hombre futuro,
de presente infinito.
No temas, isla mía:
Abrazando todo
te abrazo también a ti.
Tuya es la brisa que refresca mi esperanza
y el mar infinito que alberga
mis sueños
y los del mundo todo.
En tu azul profundidad reposan los siglos.
Allí donde te bañas te sustenta lo eterno.
Tuyo es el cielo entero,
la libertad que me trae a ti
siempre,
de nuevo.
No te enfades.
No hiervas con tu arrebato
de polvo y fuego puro
si digo que vuelvo a ti
sin hacerlo como quien vuelve a casa:
Si fueras tú mi casa
no podría irme ni volver.
Está en mí mi patria;
mi hogar verdadero,
mi isla de palabras.
Y ello me permite volver a ti,
a tu regazo sufrido de tierra,
y traer conmigo todo lo que tú me diste
para sembrarlo en ti de nuevo,
para hacer de tu espacio puro
el lugar preciso,
la casa de piedra y blanco:
el lugar concreto del recuerdo.
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